domingo, 30 de septiembre de 2018

Confesiones


Dicen que entre más años uno vive, más sensible se vuelve., por eso Whitman invitaba a bajar la mirada y enamorarse de una hormiga. Él, debió escribir eso a punto de morir, sin embargo, hay quienes la sensibilidad del alma los aíslan y abandona, pues hay en esa manera exclusiva de reproducir el mundo una emoción sin perjuicio de la felicidad o de lo no vívido. Por otro lado, Octavio Paz habló del olvidado asombro de estar vivos, algún poeta persa de cuyo nombre no puedo acordarme habló de la incesante Luna, que mira indiferente la muerte de los hombres en las cóncavas noches.
Por lo demás, debo confesar, mi perturbada existencia por esa sensibilidad que me afrenta continuamente, unas veces con sabor a felicidad y otras a vergüenza y humillación, pero todo no está acabado; el accesible descubrimiento de la lectura es una forma de la felicidad. Shakespeare dijo que el valiente muere una sola vez y el cobarde muere muchas veces; esto se debe a que el cobarde se anticipa a la muerte, la multiplica, la prolifera. Yo soy uno entre otros muchos, soy un cobarde y me estoy muriendo de miedo. Quiero pensar que hay algo de bueno en todo ese camino de espejos rotos, y es; estar preparado para el día que me visite la muerte, incluso, expectante y deseoso . Esa esperanza de morir, puede darle mucha fuerza a un hombre. Por ahora, voy a caminar por los campos y detenerme, saludaré una margarita y perfumaré mi nariz, voy a desnudar mis pies, voy a sentir mis piernas y voy a llevarme muy lejos, en búsqueda de más preguntas sin respuestas.
Por ahora, me queda el aire que sin permiso posee mis pulmones y me obsequia el milagro de la vida. Quiero ser niño otra vez, vivir en ese eterno presente, levanto mi mirada para ver luces vivas de estrellas ya muertas, toco con dos dedos la Luna Llena, esa Luna expectante, esa que lo ha visto todo. Así ha sido siempre... “Luna, espejo del tiempo”.
Tendré frentes juntas y manos enlazadas. Oleré su aroma, que está entre el cuello y la sombra de su cabello. Voy a saltar al vacío, ya aparecerá el suelo...
Julián Pino 


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