Conocí a
Natalia en la facultad. El primer año mientras el maestro emérito dictaba las
clases de Derecho Romano, y yo por supuesto, sentado lo más cerca posible, me
dedicaba a memorizar cada uno de sus rasgos, sus gestos, el leve juego de la luz
con las formas de su rostro, y su sonrisa, esa que aún hoy continúa apareciendo
en mis sueños.
Han pasado dos
años desde que ella se fue, pero he vuelto a encontrarla. Por fin puedo tenerla
a la mínima distancia, acercarme a su oído y susurrarle cuánto la he amado.
Pero la hermosa mujer de mis sueños no responde, con dificultad logro abrir su
mano fría y para mi sorpresa, allí encuentro un poema escrito por mí, fue un
anónimo que alguna vez dejé de incognito en su agenda.
En la historia
clínica consta el acta de defunción; un mortal coctel de antidepresivos. Leo
una y otra vez este diagnóstico y la culpa me consume…Si le hubiese dicho todo
a tiempo quizá su vida entera no se hubiera convertido en esa profunda soledad.
Si me hubiese correspondido, si tan sólo se hubiesen rosado sus labios con los
míos…Quizá yo sería más que un músico frustrado disfrazado de abogado
comercialista.
(Acostumbrándome
por fin a las partidas)
Juan D. Plazas.
Abril 7/16
No hay comentarios.:
Publicar un comentario