domingo, 30 de septiembre de 2018

Reencuentro




Conocí a Natalia en la facultad. El primer año mientras el maestro emérito dictaba las clases de Derecho Romano, y yo por supuesto, sentado lo más cerca posible, me dedicaba a memorizar cada uno de sus rasgos, sus gestos, el leve juego de la luz con las formas de su rostro, y su sonrisa, esa que aún hoy continúa apareciendo en mis sueños.
Han pasado dos años desde que ella se fue, pero he vuelto a encontrarla. Por fin puedo tenerla a la mínima distancia, acercarme a su oído y susurrarle cuánto la he amado. Pero la hermosa mujer de mis sueños no responde, con dificultad logro abrir su mano fría y para mi sorpresa, allí encuentro un poema escrito por mí, fue un anónimo que alguna vez dejé de incognito en su agenda.
En la historia clínica consta el acta de defunción; un mortal coctel de antidepresivos. Leo una y otra vez este diagnóstico y la culpa me consume…Si le hubiese dicho todo a tiempo quizá su vida entera no se hubiera convertido en esa profunda soledad. Si me hubiese correspondido, si tan sólo se hubiesen rosado sus labios con los míos…Quizá yo sería más que un músico frustrado disfrazado de abogado comercialista.

(Acostumbrándome por fin a las partidas)

Juan D. Plazas.
Abril 7/16

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