La mente es como un jardín amurallado. Ni la muerte puede tocar los pensamientos que ahí florecen. He descubierto para mí, y a su vez sin poder transmitirlo, que el pensamiento está hecho de laberintos conocidos, cada vez
y siempre llevo el lenguaje hasta al límite donde recorre un camino ya
infantil. Debió ser especial, o qué sé yo si fue una pesadilla de la que he
estado inmerso, casi que meditando en estos días. Me parece que tengo la pregunta
capital ¿cómo funciona la arquitectura del pensamiento? y llevando todo eso a
un lugar que viví, sin siquiera percibirlo, mas al inconsciente se le es
revelado este misterio. Lo escribo porque he tenido esa extraña sensación de comunión; del
yo y del otro, de la cual estoy seguro que de golpe me encuentro en la sala de profesores, pasillos largos
donde se ponen ciclas, arboles altos que golpean el suelo con sus
pequeños frutos y justo frente a éste, es decir, a la izquierda, hay gritos desgarrados que vienen desde el jardín
de niños.
Juan D.P.
14/11/16
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