
Mi primer recuerdo es la imagen de mi Abuelo Carlos, sentado en un mueble de cuero café, aislado, ausente, con su sombrero en la mano, parecía molesto con sus manos empuñadas y venosas. Yo estoy parado justo ahí, en la zona más secreta de la casa, sin saber qué hacer, con el temor de que voltee su mirada hacía mí y me descubra, Tengo 9 años...
A mí no me interesa lo que
ocultan los recuerdos, ese misterio que puede estar atrás, si no la intensidad
inolvidable de la imagen, que se refleja en la memoria como una cicatriz, lo
que se ve, no es el contenido del recuerdo, si no su forma.
Recuerdo la primera vez que vi llorar a mi Madre. Recuerdo escuchar la
voz de mi Padre de regreso después de un largo viaje. Recuerdo el aroma y la
tibieza de la primera vez que toqué a una mujer. Recuerdo estar mirando por la
ventana de un carro los arboles pasar distorsionados, con mi mirada inmóvil.
Recuerdo mi primer encuentro con Borges, afectado por su astronómica
literatura, sin lograr entenderlo, pero abrumado hasta los huesos, de su
belleza casi insoportable.
La emoción persiste con el descubrimiento, eso es irrepetible y es
único. Qué importa si fui desdichado o feliz alguna vez, eso seguirá
repitiéndose una y otra vez, Y yo seguiré siendo un conjunto de recuerdos que
como fotos impresas de sensaciones y personas, construyen esta casa, en medio
del campo que se refleja en un lago hondo y manso.
Juan D.P. OCT 16/16
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