La pesadez
en su mente fue siempre constante, pasaba bastante tiempo en silencio viendo a
los demás vivir de la manera correcta, o por lo menos común, a pesar de que
parecía reír mucho entre sus amigos, tenía un hoyo negro muy grande en su alma,
todo lo que hacía, lo hacía por un impulso hueco de imitación, la verdad es que
pienso que era incapaz ser su versión real frente a otros. Vi que era muy
joven, tenía un vigor y una ternura única, lo supe una vez que le vi los ojos apuntando hacía su amada madre. Supongo que tenía
unos 16 o 17 años, no lo recuerdo bien, pero que importa modificar su edad
ahora, ya que el pasado es tan plástico.
Él, nunca supo quién yo era, por
eso pienso que no me recordaba hasta ayer, hablamos poco en aquella hora, quizá
un cruce de aladas palabras, quizá un intercambio de sonrisas, de
gesticulaciones mecánicas, del protocolo de entablar una conversación sin sentido.
Sin embargo, hay un momento de nuestro encuentro, que jamás olvidaré. Pero
bueno señores lectores, tendría que ser un prodigio de las letras, un prospecto
de Conrad, Dickens, Stevenson, tendría que hacerlos sentir lo que sentí aquél
momento, como una pesadilla, que contarla no tiene nada que ver con vivir tal
horror. Sin más, ahora diré el momento ápice que pase a su lado. Lo encontré
junto a un árbol muy grande que ya no existe más, tenía una guitarra acústica
terciada a su cuerpo, acababa de salir de casa de uno de sus amigos y me dijo
lo siguiente: - Tengo miedo de morir, y de igual manera es lo que más deseo, sé
que eres redactor en el diario del pueblo los domingos, por eso, te pido que
escribas un día acerca mí, el día lo sabrás si escuchas y recuerdas estas
palabras, hazlo tal cual me has percibido en este corto lapso de tiempo que nos
conocemos, no importa el tiempo futuro en que lo escribas, y ni del momento,
pues mi muerte te dará la razón para escribir.
El diario de hoy, 3 de abril del
2008, coinciden dos noticias. El suicidio de un joven guitarrista y una reseña
literaria sobre la depresión.
Juan D.P.
Mayo 11/16
Un saludo desde la Altántida
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